Daniel Pont (COPEL): «Aquí no hubo ningún cambio profundo de régimen»

Después de trece años de trabajo la lucha de la Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL) ha quedado reflejada en un documental que reescribe la historia desde el punto de vista de unos presos que mantuvieron en jaque al Estado durante tres años

Motín Carabanchel.

Me encuentro con Daniel Pont en la cafetería del Centro de Historias de Zaragoza. El motivo es el mismo que le obliga a moverse continuamente desde hace unos meses: la presentación del documental COPEL, una historia de rebeldía y dignidad.

Una cinta que trata de contar desde el punto de vista de los presos los convulsos años, de 1976 a 1979, en los que la Coordinadora de Presos En Lucha (COPEL) puso en jaque al Estado postfranquista, consiguiendo movilizar al colectivo de presos sociales, hasta el momento faltos de conciencia, en la búsqueda de una amnistía general, que conseguirían tan solo los presos políticos, y por unas mejoras que dignificasen la estancia tras los muros de las prisiones.

Daniel fue detenido durante la dictadura, a los 17 años, tras aplicarle la Ley de Vagos y Maleantes. Asegura haber entrado siendo un raterillo y haber salido siendo un atracador. Su salida le llevó a una espiral de violencia que le llevó otra vez a prisión. Su segunda entrada en prisión en 1972 supondría el despertar de una conciencia en él y otros reclusos que protagonizaron una lucha que ahora queda rescatada en este documental.

¿Cómo nace la idea de plasmar la historia de COPEL en un documental?

El proyecto de este documental surgió hará trece o catorce años en unas jornadas antirrepresivas que se celebraban en Asturias en las que participé con otro compañero, de los antiguos comités de apoyo a COPEL, y antiguo preso anarquista en las cárceles de la dictadura y la transición. Allí llegamos a un acuerdo de intentar recuperar testimonios de la época, tanto de expresos que participaron en la lucha de COPEL, como de personas relacionadas: gente de la abogacía, trabajadores sociales, algún funcionario de prisiones que formaba parte de la Unión Democrática de Funcionarios de Prisiones de la época…

Poco a poco fuimos recogiendo estos testimonios, en principio sin tener mucha idea de la forma de hacer un documental. Por el camino se fueron quedando bastantes compañeros, tanto técnicos como militantes de COPEL, y al final, menos mal, que después de mucho desgaste y debate, conseguimos la colaboración de un equipo profesional como es Metromuster en la producción y el acompañamiento y asesoramiento de Gemma Serrahima, directora del documental sobre la fuga de Segovia, gracias a los cuales hemos conseguido llegar a finalizar el proyecto, no sin antes tener que recurrir a un micromecenazgo a través de Verkami, en el que hemos encontrando un gran apoyo.

Conseguimos estrenarlo por fin el 24 de octubre del año pasado en unos cines ocupados del barrio de Sant Andreu, el Colectivo Asambleario la Cinétika en Barcelona, con una gran aceptación, llenándose el cine hasta arriba. Desde entonces no hemos parado de hacer presentaciones y tenemos propuestas hasta abril. Hay tres propuestas para presentarlo en Italia, otra en Laussane, otra en Lisboa e incluso a través de skype en Bolivia y en Chile… en fin, que nos está desbordando bastante la cosa y estamos muy contentos con la aceptación que está teniendo.

Como persona que viviste encarcelada ¿piensas que el documental puede reflejar todo lo que se vivió?

No. Es difícil que se reflejen en una hora y media tres años de lucha muy intensa que supuso la confrontación de COPEL contra el Estado en un momento político donde el nuevo Estado, supuestamente democrático, necesitaba consolidarse.

Fue una lucha vertiginosa, muy intensa. Se solapaban con frecuencia luchas que se proponían en una cárcel determinada con otras que estábamos desarrollando en Carabanchel o en La Modelo.

Se puede resumir de una forma gráfica y directa en las horas de grabaciones que hemos recogido. Tenemos ciento y pico horas de entrevistas de gente muy diversa que participó en las luchas de COPEL, y resumir todo esto en hora y media es muy difícil. Se han quedado muchos testimonios fuera desgraciadamente.

Por otra parte, la complejidad de esta lucha es difícil resumirla en este tiempo, porque hay innumerables sensibilidades y testimonios. Mucha gente que se fue, porque en estos años coincidió la irrupción masiva de la heroína, a partir del año 1978, y tanto compañeros de COPEL como presos que no militaban pero participaron en las luchas murieron, pero pueden seguir viviendo sus familiares o amigos y podríamos haber recogido sus testimonios. Removiendo toda esta historia han surgido, por ejemplo, dos sobrinos de dos compañeros de COPEL que se fugaron de los juzgados de las Salesas de Madrid y que prácticamente no conocieron a sus tíos pero, casualmente se enteraron del proyecto, se pusieron en contacto y ofrecieron su testimonio, realmente interesados en conocer como fue la vida de sus tíos, porque los medios de comunicación de la época, como los de ahora, con frecuencia son tendenciosos y no reflejan la personalidad de estos dos compañeros que se fugaron, estaban en París, y volvieron con una entrega total para seguir apoyando la lucha de COPEL desde el exterior de la cárcel.

Han pasado 40 años para empezar a rascar la pintura y empezar a ver que había detrás de esa transición que nos han vendido como modélica. ¿Ayuda este documental a sacar a la luz injusticias como la Ley de Vagos y Maleantes o la amnistía que libera a unos presos y a otros no? ¿Es el objetivo principal del documental rescatar esta memoria?

Es el objetivo principal. Reescribir nuestra historia. Los movimientos populares a lo largo de la historia con frecuencia dejan que escriban la historia los vencedores. En este caso la única versión que hay de la transición es la historia oficial. Hay honrosas excepciones propiciadas por la voluntariedad de determinadas editoriales y determinados medios, pero lo que llega al gran público es la versión oficial.

Es fundamental reescribirla nosotros. La idea es contar nuestra experiencia como testimonio de la época que contribuya a clarificar lo que supusieron los últimos años de la dictadura y estos años de la Transición para entender el presente. Si no se conocen esos años es difícil entender el presente, porque venimos de ahí.

Explicar el desagravio que sufrimos los presos sociales de la época o los beneficios, por otra parte arrancados por las movilizaciones populares, no concedidos graciosamente por el Estado, respecto a la marginación en la aplicación de la amnistía nos lleva a reflexionar en que las amnistías siempre se producen cuando hay un cambio político de régimen profundo. Aquí no hubo ningún cambio profundo de régimen. Fue muy aparente, muy de fachada. En el fondo, aún ahora en la actualidad, se rasca un poco y en seguida salen apellidos ilustres de las familias de la época.

Los presos sociales eran un colectivo caracterizado por un nivel educativo y de conciencia muy bajo, que a su vez es el sector social necesario que legitima la existencia de las cárceles, como método de castigo, y todas las leyes relacionadas. Haber contribuido a despertar la conciencia en las movilizaciones que originó la COPEL creo que fue fundamental para, por un lado, empoderarnos los presos sociales de la época y por otro lado para ver roto el aislamiento que suponen los muros físicos de la prisión que impiden a la sociedad entender lo que pasa dentro de las cárceles. Fue uno de los logros fundamentales. Si se visita la hemeroteca por ejemplo de El País, como diario hegemónico de la época, cada dos o tres días se publicaba una noticia de lucha en las cárceles. Es evidente que tenía trascendencia social.

Por otra parte este documental contribuye a focalizar y dar otra mirada para las generaciones que no conocieron realmente la transición y valorarla desde una perspectiva crítica, más diversa, entendiendo la complejidad y la falta de voluntad necesaria para haber hecho una transición de verdad. La aplicación de la amnistía es una de las diferencias fundamentales para entender hasta donde estaba el Estado dispuesto a llegar y, por otro lado, comprender por qué razón se torpedean todos los esfuerzos para recuperar la Memoria Histórica. Un pueblo que no recupera su memoria es un pueblo frustrado pues no conoce su pasado. Esto demuestra la calidad democrática que tiene este país. Que haya decenas de miles de combatientes por la República enterrados en las cunetas o que la cruz de los caídos sea inamovible demuestra que la transición fue una farsa.

¿Dentro de la cárcel hubo algún tipo de cambio con la muerte de Franco?

El cambio de la dictadura a la democracia, en los planes que tenía el Estado, suponía también la reforma de las leyes de la dictadura, a un ritmo excesivamente lento, y la estructura arquitectónica carcelaria. En plena subida en las luchas de COPEL empezaron a organizarse frecuentes viajes de cuadros altos de los ministerios del Interior y Justicia a Alemania. Con la perspectiva que da el paso del tiempo, vimos que la función de estos viajes era preparar a los cuadros para administrar los nuevos tiempos de esto que llaman democracia.

Paralelamente el Estado aprobó un presupuesto de miles de millones de pesetas de la época para construcción de decenas de cárceles. Era el cambio estructural de las viejas cárceles de la dictadura, caracterizadas por estar en centros urbanos, donde había más posibilidad de comunicación. La inauguración de la cárcel de Herrera de La Mancha en 1979, como emblema de la nueva fase penitenciaria democrática, supuso la instauración del sistema modular y la entrada dentro del cuerpo de prisiones de técnicos o funcionarios con otra formación diferente. Ya no era el viejo carcelero militante de organizaciones de ultraderecha caracterizado por su brutalidad, ahora son psicólogos, sociólogos, funcionarios mejor preparados y destinados a administrar nuevas forma de castigo, más dirigidas a la mente. Ya no es la tortura y brutalidad física del franquismo, ahora es la destrucción y el control psicológico ejercido por parte de profesionales.

Motín Torrero.

Desde entonces las cárceles han cambiado poco. ¿Sigues en contacto con la cárcel actual?

Sí, sigo en contacto. Colaboro con un grupo de apoyo a presos y con diferentes colectivos.

Como referencia, tras la aplicación de la última amnistía, en las cárceles quedamos unos 9.000 presos, sociales casi todos, porque los políticos salen, aunque enseguida comienzan a entrar de nuevo. En la actualidad hay entre 60.000 y 70.000 presos. Por otro lado hay que tener en cuenta la entrada de miles de presas. En la dictadura había muy pocas mujeres presas, unos pocos centenares, y en la actualidad hay de tres a cuatro mil mujeres encarceladas.

Es evidente que vamos hacia un modelo de sociedad de mayor dureza, de mayor castigo o de mayor incidencia incluso de la comisión de delitos, pero esto no tiene fin.

Exige la construcción de nuevas cárceles, de aumento de impuestos, la contratación de personal penitenciario… y exige la continuidad de un modelo punitivo que se parece mucho al modelo norteamericano, en el que la tendencia es la privatización de las cárceles, como está ocurriendo en muchos países europeos. Porque claro, la cárcel puede dar beneficios y hay muchos buitres rapiñeros que están a la expectativa de sacar tajada.

Por otro lado está la mano de obra muy barata y chantajeada para entrar en la dinámica de la aceptación sumisa de las reglas carcelarias. Es un modelo perverso, donde claramente se ve una evolución hacia mayor fuerza represiva y mayor poder punitivo por parte del Estado.

En este sentido ya hay grandes empresas beneficiándose del sistema penitenciario…

Inditex, El Corte Inglés…, por ejemplo.

En el modelo norteamericano incluso ha llegado a haber corrupción con jueces sobornados que enviaban a la cárcel por lo que aquí serían simples faltas.

Claro, este proceso es diabólico. Perverso. Hay conexiones evidentes entre jueces y grupos económicos que presionan a su vez. Toda la cadena represiva se pone en funcionamiento y se va generando cada vez más mano de obra barata.

Pero si se hiciesen estudios, como los que se hacían en su tiempo, de la extracción social de los presos y la presas, se entendería perfectamente que la gran mayoría pertenece a un estrato social bajo: clases trabajadoras, inmigrantes, fuerte desarraigo social… Es pues, la implantación del estigma para entrar en una dinámica inacabable, porque desgraciadamente falta conciencia para entender cual es el rol que te asignan.

Creemos que es fundamental que en los barrios que son candidatos a poblar las cárceles lleguen a romper esa aceptación sumisa de su rol y lleguen a cuestionarse, a empoderarse y se planten y digan: ‘nos plantamos’, ‘creamos nuestros propios medios’, porque esta dinámica no lleva a ningún sitio, solo a causar sufrimiento.

No parece que las formaciones políticas, ni de izquierdas ni de derechas, sean conscientes ni de la cantidad de personas presas ni del estrato social de las mismas. Al mismo tiempo, no parece que en los barrios sepan quien son esos partidos, pues muchísima gente vota además a la derecha. ¿Qué se puede hacer para despertar conciencias?

Me viene a la memoria la introducción que hizo Manolo Revuelta a un escritor en un libro de poemas de aquella época. Él narra cuando se están construyendo nuevas cárceles en la República hablando básicamente de dos sectores: los albañiles sin conciencia y los albañiles que están sindicados en CNT.

Llega un momento en el que los albañiles de CNT dicen: ‘nosotros no colaboramos en la construcción de estas cárceles’, a diferencia del trabajador sin conciencia. Define de una forma gráfica la necesidad de desarrollar una conciencia. Dónde estás y qué haces.

El origen del hecho de que los barrios obreros voten a Ciudadanos o al Partido Popular de alguna forma es este. No hay conciencia, no hay pensamiento crítico, por lo tanto son fácilmente manipulables y si una política o político habla bien, además es guapo y no se qué, pues le dan el voto. Esta es la gran clave de la que se sirve el Estado de una forma muy eficaz.

Dentro de las cárceles, entonces, ahora, y seguro que en todas las cárceles del mundo, existirán dos tipos de presos: los que de una forma sumisa entran en la dinámica de la aceptación y los que de una forma crítica, más o menos activa, no aceptan la cárcel. Es la diferencia entre tener una conciencia de lo que estás viviendo, o no tenerla.

Ese fue el gran éxito de COPEL, movilizar a un sector de presos sociales hasta entonces con poco nivel de concienciación.

Sí claro, pero no solo por esta causa, sino también por la oportunidad histórica y política de la época. Las reivindicaciones que nos aglutinaban eran colectivas y beneficiaban a toda la población penitenciaria.

Luego la oportunidad política receptiva de determinados sectores sociales, medios de comunicación incluidos. No hay que olvidar que la transición fue un momento de mucha efervescencia en los colectivos sociales, que se enfrentaron de forma crítica a la consolidación del neofranquismo, siendo además el inicio de movimientos como el antinuclear, el feminista, el okupa… que prácticamente parten de ahí.

El apoyo que había a las reivindicaciones de COPEL, sobre todo en los dos primeros años, fue fundamental y se dio porque se venía de una conciencia antifranquista, con formación política, que conocía la estructuras del Estado y venía de una lucha de clases.

Ahora vivimos en una época de confusión y de una falta de conciencia que nos define.

Volviendo al documental supongo que habrá sido casi imposible conseguir documentación audiovisual de la época

Sí, la hay. Pero cuando te metes en un campo desconocido te das cuenta de como funcionan, por un lado el monopolio de la información y, por otro lado, la necesidad de tener un poder económico para tener acceso a esa información.

Por ejemplo, Televisión Española y la Filmoteca de Cataluña tienen un fondo documental bastante amplio. Sobre todo Televisión Española, pero ¿sabes cuanto te cobra por un minuto? Una pasada. De 2.000 a 3.000 euros. Es evidente que si no tienes medios no tienes acceso.

Casualmente hemos encontrado, a través de Metromuster, a una compañera de Madrid que ha acabado una tesis sobre documentales prohibidos en la dictadura y la transición. Descubrimos que había un documental sobre la COPEL, grabado en 1978, que se emitía antes de la proyección de la sesión doble de la época en los cines.

Era una especie de noticiario que informaba sobre problemas sociales determinados. Este se llamaba ‘Noticiari 17, Pressons: LA COPEL’. La compañera que lo rescató contaba la anécdota de que estaba prohibido porque en la sala que se iba a proyectar la película «Dos superpolicías», salieron dos policías de entre el público, sacaron la placa y secuestraron la película. este documental No había visto la luz y hemos conseguido rescatarlo.

Ahora lo ves con las perspectiva de los años y claro, no tiene la fuerza ni el impacto, pero si te retrotraes a 1978 ese ‘noticiari’ habría contribuido de una forma muy clara y con mucha fuerza a entender qué estaba pasando en las cárceles.

Hablas de que ese ‘noticiari’ no tenía esa fuerza. Si tuvieras que pintar una imagen de fuerza de la lucha de la COPEL ¿Cuál sería?

La de mayor impacto fue la que dio origen al motín del 18 de julio de 1977 en Carabanchel. Habíamos conseguido que siete compañeros subiesen al tejado y pensábamos que podíamos hacer una reivindicación testimonial, con más o menos contundencia. Estaban los medios avisados.

El resto de compañeros, que nos tenían aislados en una sección especial de la cárcel porque decían tenernos identificados como agitadores y principales militantes activos de COPEL, como otro acto de fuerza nos autolesionamos todos, lesiones profundas, y más de treinta compañeros pedimos que nos llevaran a la enfermería.

Todos unidos del brazo y sangrando empezamos a cantar el himno de la COPEL, que estaba basado en el Bella Ciao, y conforme íbamos avanzando por la sexta galería de la cárcel de Carabanchel, por donde pasábamos todos los compañeros automáticamente empezaron a romper las celdas, a hacer butrones para subirse a otras plantas, a quemar las celdas, y al final conseguimos agitar y sublevar a prácticamente toda la cárcel de Carabanchel.

Fue un momento de fuerte impacto emocional que provocamos inconscientemente y que nos ayudó a entender que puede haber situaciones espontáneas que por la fuerza que contagian pueden arrastrar a miles de personas.

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Entrevista de Miguel Ángel Conejos publicada originalmente en AraInfo

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